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viernes, 12 de agosto de 2011

Ocho

La puerta principal se abrió y un viento helado se coló al interior durante unos segundos. El reloj de pared marcaba las 10 y 20 de la mañana. Era el primer cliente del día. Atravesó el viejo suelo de baldosas blancas y negras en unos pocos pasos. Era un local pequeño, un poco oscuro, con tres sillas pegadas a la pared para esperar. Al frente, un gran espejo ocupaba gran parte del espacio junto con una gran mesa de madera y mármol con una cajonera. Diversos artilugios se disponían sobre la misma: una palangana vacía, unas brochas, dos peines, algunos frascos a medio usar… La barbería conservaba incluso dos sillones anticuados que habían sido reformados pero que aún reflejaban ese estilo un poco anticuado que se apreciaba en todo el salón.

André aún tardó unos minutos en terminar de limpiar todos sus utensilios, pues, aunque lo hacía de forma ágil, poseía esa necesidad de perfección que obsesionaba a todos los de su profesión. Llevaba pantalones marrones y una sobrecamisa blanca. No era muy conversador, pero desde que había visto entrar a Mariano se había sentido contento. Era la octava semana consecutiva que acudía a su negocio. Su octava visita. Hizo que se sentara en el sofá y preparó con cuidado la espuma mientras comentaba con el hombre los resultados de las últimas reformas que había hecho el alcalde en la plaza del ayuntamiento. La suya era una ocupación poco valorada y sólo mantenida en algunos pueblos pequeños como aquel. Abrió un cajón en el que estaban alineadas un buen número de navajas y las observó durante unos segundos eligiendo una de tamaño mediano y mango negro. La desplegó con mucho cuidado después de untarle el mejunje en la cara hasta que quedó completamente cubierta. Con movimientos precisos, hizo que la navaja eliminara cualquier rastro de vello hasta que, cuando apenas quedaban unas pocas pasadas, la hundió un poco más de lo preciso en el cuello y mató al hombre.

 Cuando André abrió la puerta del almacén, un fuerte olor a podrido inundó el ambiente por lo que se instó a sí mismo a no demorarse en arrojar dentro el cuerpo y volver al trabajo. Todos eran números ocho.

9 comentarios:

  1. Bonito relato Mayte, un grato placer leerte.
    que tengas un feliz fin de semana.
    un abrazo.

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  2. ¡Ahhhhhhh! Me ha encantado. Me gusta la forma que tienes de envolver la historia que me hace seguir leyendo con avidez. Y, además, me parecen relatos muy interesantes.
    Me da envidia. No se, pero lo mismo vuelvo a escribir...ja, ja,,ja.

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  3. Pues ya sabes, dale al blogging, que está de moda jajaja. Ricardo, muchas gracias por el comentario, buen finde para tí también.

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  4. me gustó mucho, bien escrito y preciso, dale con fuerza a esto! a mi también me han dado ganas de escribir. beso!

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  5. Mayte, no me ha funcionado el enlace y no me ha avisado de tu nueva entrada, estupenda como la mayoría, muy buena.
    Un saludo
    http://ferranblasco.blogspot.com

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  6. Eriii, graciaaas. Te digo lo mismo, que un blog luego engancha. Beso fuerte!

    Gracias, Ferrán, aquí seguiremos escribiendo. Me alegro de que te guste :)

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  7. Hola Mayte, no veo en tu blog hayas abierto espacio para tus seguidores, cuando lo abras me avisas,
    estare de vacaciones hasta primeros de septiembre.
    que disfrutes el fin de semana.
    un abrazo.

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  8. Sólo quería comentar que se te notap impacie
    nte por sacar el desenlace de la historia. Además lo que está de moda no es blogger sino los twitter y faces book de marras.
    Propicios días.

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  9. pasaba a saludarte me
    voy de vacaciones hasta Septiembre,
    un abrazo.

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